“Cuando me jubile”


Para muchas personas, el deseo de la jubilación es como el viernes para aquellos que aún estamos en lo que hemos convenido en llamar la ‘edad laboral’. Después de una carrera profesional intensa, con altos y bajos, vemos este momento como el ansiado paraíso terrenal. No así otros, más hombres que mujeres, que lo viven con un impacto emocional comparable a otra crisis vital. Es más, la psicología lo interpreta como un duelo y que en ocasiones, tiene múltiples sufrientes, el pensionado y su pareja.

Por la vida vamos atacando lo urgente y normalmente menos importante, para relegar los asuntos que nos confrontan con la vejez, y de hecho, he conocido a no pocas personas que me han manifestado algo que lo evidencia, “desde hace años no me miro al espejo”, y en otras ocasiones, “he retirado todos los espejos de la casa”. Parece como si no queriendo mirar el propio paso del tiempo en nosotros y juzgándolo en el otro -siempre los otros- cometiéramos la irresponsabilidad y el error de vivir la vida en su totalidad, disfrutando cada instante sin tener que depender de lo externo -siempre lo externo- para conseguir esa ansiada “libertad”. Otro simulacro.

“No existe la vida sin lunes ni rostros sin cicatrices. Todo ello forma parte de nuestra personalidad y nada se puede borrar”

De pronto, sin preparación previa, se escuchan los “no sé cómo llegué a este punto” y la sociedad, cuando no tu familia, te ha posicionado en una casa de retiro, metafórica o literalmente. En un lugar incómodo, oscuro y sin ventanas considerando que ahora lo que te conviene, es el descanso.

Si algo nos ha enseñado esta pandemia es que los planes no se pueden posponer, ni siquiera aquel de ser consciente que la vida es un ratico y que la semana sólo era otra convención social. Otra. Como aquella, que las mujeres han escuchado -y sufrido- tantas veces y que asocia su juventud a una “edad de merecer”, que a mi en lo particular, siempre me ha provocado rechazo y espero que a ti también.

Mientras tanto, hemos construido lo que debería ser el mayor templo, nuestro ser, con valores frágiles, como la memoria débil que nos hace olvidar todo aquello que los maestros, aquellos que erraron y ahora se lamentan y me dijeron, nunca digas “cuando me jubile, haré y seré” porque quizá ni llegues ni seas.

Por ello y para fijarlo en tu cerebro, repite conmigo y hazlo en voz alta: “no existe la vida sin lunes ni rostros sin cicatrices. Todo ello forma parte de nuestra personalidad y nada se puede borrar”. No más auto-lesiones.

Si me preguntas, ¿cómo puedes prepararte para una jubilación exitosa? Viviendo con consciencia el presente, sin culpa con el pasado y sin miedo al futuro. Tu vejez es tuya y no, de los otros.


Columna de Opinión Francisco Olavarria - Fundación Derechos Mayores
Francisco Olavarría Ramos
Experto en comunicación y marketing social, con experiencia profesional en entidades de personas mayores y discapacidad.